CALI – Venezolanos que acaban de llegar o colombianos de generaciones, no importa: la llegada al campo en los núcleos de Cali es, sin duda, parte del entrenamiento. El ritual comienza en casa: la camisa, los pantalones cortos y, a menudo, los botines ya están usados. Nadie quiere llegar sin preparación. Al salir de la casa, uno mira por las ventanas de los vecinos, buscando la mirada de un amigo que también esté listo para partir. Solo quedan unos minutos y las calles están teñidas de nerazzurri. Es una magia que se repite todos los días, pero uno nunca se cansa de asistir.
A pie, en bicicleta, solos o acompañados por los padres: esos pequeños gestos que preceden al entrenamiento son parte de una auténtica sociedad que quizás sea la verdadera esencia del deporte. Encontrarse con amigos, que durante el juego pueden ser compañeros o rivales, con quienes, sin embargo, seguramente se irá a casa abrazado. Una seguridad en la vida de estos niños y en los pensamientos de sus padres, pueden estar seguros de que sus hijos siempre están acompañados.
Así es como el Inter Campus va más allá de la cancha, involucrando a comunidades enteras. No solo los niños y sus familias, sino las calles que conducen al campo, las tiendas a lo largo del camino y los artesanos. Días marcados por los colores nerazzurri, aprovechados por niños que nunca dejan de jugar.
17.03.2020