Hay un enorme espacio que se aleja del bullicio de la ciudad, un lugar que es hogar de cientos de niños y niñas huérfanos que reciben la atención y los cuidados que necesitan. En este espacio alberga una institución que se estableció en 1966, y su iniciador fue el padre Berta. Berta se fue a Bolivia de misión bajo el mandato de Don Bepo Vavassori, el fundador del Patronato de San Vicente en Cochabamba, y así, se ha encargado de recibir a niños que sufren todo tipo de dificultades sociales y familiares, y los ha estado acogiendo desde que empezó el proyecto.
La Institución Bergamo se compromete a ofrecer un lugar de alojamiento para los menores, y este lugar se inspira en la estructura del modelo familiar, de modo que se les pueda ofrecer un sistema de apoyo y afecto esencial. Así, los jóvenes huérfanos podrán crecer y volver a tomar el control de sus vidas.
Todo esto se encuentra muy lejos del mundo que conocemos. Todo el mundo sonríe, y los niños que viven allí – que necesitan amor y afecto– se llevan genial entre ellos. Se acercan a tí, te preguntan cómo te llamas, muestran curiosidad y quieren saber todo sobre tí. En cuestión de minutos, te cogen un cariño inmenso.
Viven en un pueblecito, y cada uno de ellos cumple con un papel. Unos lavan los platos, otros hacen la colada, limpian la casa, cuidan el jardín, y cosen. Todos participan en las tareas del hogar. El Director Favio, por su parte, se encarga de gestionar y organizar toda la comunidad, y siempre está pendiente de todo con la ayuda de un grupo de monjas que siempre ayudan a los diferentes profesores y educadores. Hay una docena de casas, y cada una de ellas es hogar de un educador que lleva a cabo la tarea de “madre” de unos 100 niños.
Solo aquellos que se encuentran en ese pequeño mundo pueden entender de qué se trata.
Junto con Esterel, el coordinador de la institución, fuimos a visitar uno de los hogares con el fin de escuchar las historias de los 7 jóvenes que habitan allí. Son todos hermanos y hermanas, lo que está en línea con el objetivo de mantenerlos unidos. Antes eran 10, pero los otros 3 fueron transferidos a un centro de adolescentes para que recibieran la preparación necesaria para su reintegración en la sociedad.
El pueblecito se encuentra en los límites de la ciudad cerca de la cordillera de los Andes, y fue construido hace 60 años por el padre Berta. Hay colegios con todos los niveles (guardería, primaria, secundaria y escuela vocacional), una iglesia, laboratorios, un terreno para plantar verduras, canchas de baloncesto cubiertas, y un gran terreno de fútbol de arena que, nuestro socio, Fundación Casari, allanó deshaciéndose de la pendiente que había.
Algunas de las madres educadoras –que son una por cada unidad doméstica– confirman que el colegio está por encima de todo lo demás, una opinión que nosotros compartimos con ellas. El Inter Campus incentiva a los alumnos a estudiar, y ofrece también una gran variedad de beneficios a nivel psicológico y físico.
Esta semana, y después del entrenamiento en las pistas de tierra, se ha organizado una fiesta para todos. Curiosamente, estos entrenamientos los dirige nuestro entrenador Gabriele Raspelli en comunión con otro grupo de entrenadores locales, nuestro socio de toda la vida en Bolivia –Fundación Casari– y padres de los niños de la zona.
Muchos niños nos han preguntado: “¿Van a volver, sí? ¿Cuándo volverán?
Y a estas alturas, nosotros lo único que podemos decir es: “hasta pronto, Bolivia”
30.05.2022